martes, 2 de diciembre de 2014

EL ÁRBOL DE LAS MARAVILLAS


Un día quedé con mis amigos para ir al bosque. Cuando llegamos me di cuenta de que me encontraba solo. Me había perdido y no conseguía encontrarlos.

En un momento determinado vi dos luces brillar que se encendieron y se apagaron. Me acerqué. No me lo podía creer, era un árbol con ojos. Le pregunté si era un árbol de verdad, y me contestó que sí. No salía de mi asombro, no entendía como un árbol podía andar y hablar. Me explicó que era posible porque era el árbol de las maravillas y podía hacer que se cumplieran mis deseos. Me quedé estupefacto al oírlo y deseé con todas mis fuerzas estar con mis amigos. Al instante, sin saber como, aparecí en otro lugar del bosque. Allí estaban todos, buscándome. Les conté lo que me había ocurrido y decidimos ir hasta donde estaba aquel árbol maravilloso.

Les conté que era diferente a los demás. Su tronco era de color turquesa muy rugoso, con tiras plateadas y un diámetro tan ancho, que no lo podríamos abrazar entre todos juntos.

Tenía por ojos dos faros con dos círculos negros en el centro, que abría y cerraba lentamente. Solo tenía cinco ramas, pero eran muy gruesas y de ellas salían multitud de ramitas de cristal y hojas de mil colores diferentes. Las raíces se veían por encima de la tierra y con ellas podía moverse de un sitio a otro, como si fueran sus pies.

Lo buscamos y buscamos pero nunca lo encontramos. Me dijeron que quizás fue obra de mi imaginación Al cabo de los años volví a buscarlo pero no lo encontré. A pesar ello yo sé que en algún lugar del bosque se encuentra el árbol de las maravillas.
Pablo Murcia López
Sexto curso

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