Era
una tarde triste de invierno. La lluvia caía lentamente sobre los
cristales de mi habitación. El color gris del cielo no me invitaba a
salir a la calle. Me entraron ganas de leer un libro. Cogí uno de la
estantería y me di cuenta de que no tenía título. Empecé a
leerlo. No podía parar. A la mitad del libro, seguía sin entender
por qué su autor no le había puesto título. Continuaba leyéndolo, sin poder apartar
la vista de aquel misterioso libro. Estaba claro que si quería
averiguar el misterio tendría que hacer un resumen. Lo hice y se lo
mandé a la editorial de aquel libro tan enigmático. Me enviaron un
correo diciendo que si adivinaba el título me darían un premio.
Cansado de intentar y fracasar, se lo conté a mis amigos para que
me ayudaran a averiguarlo pero tampoco lo consiguieron. Ha pasado el
tiempo y aún nadie sabe el título del libro…
Fernando Hernández Onofre
Sexto curso
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