por
Daniel Jesús Salinas Manresa
Hace mucho tiempo en fechas
próximas a la Navidad, al lado de una pequeña aldea había un gran bosque lleno
de abetos. Uno de ellos notó que cada día quedaban menos
de sus hermanos. Pensó que los estaban talando, pero no estaba seguro.
Un día que hacía un frío
invernal, el pequeño abeto vio a unos señores con hachas y cuerdas que estaban
talando a su hermano. Se entristeció mucho y así estuvo hasta día antes de
Navidad. Ese día, un niño que pasaba por allí se percató que el abeto estaba muy triste al ver sus
ramas caídas. Por esta razón le preguntó qué le pasaba. El abeto le contestó
que estaban talando el bosque y que cada día quedaban menos.
El pequeño abeto le preguntó al
niño si conocía la razón por la que los leñadores talaban los árboles. Como el
muchacho no lo sabía fue a la aldea a preguntar qué estaba ocurriendo con los
abetos del bosque. Su padre le contestó que era para celebrar la Navidad.
Daniel quiso saber que ocurría con los árboles después de Navidad. Su padre le contestó que los tiraban
a la basura.
Daniel volvió junto al pequeño
abeto y le contó lo que le iba a pasar a él y a todos sus hermanos. El abeto se
puso muchísimo más triste.
Al verlo así, Daniel tuvo una
idea para salvar al pequeño abeto y a todos sus hermanos del bosque.
Se fue corriendo a la aldea y les
dijo a toda la gente que en vez de llevarse los árboles a sus casas, los
adornasen en el bosque y celebraran allí la Navidad. A todos los habitantes de
la aldea les pareció una brillante idea y se fueron todos al bosque.
Era ya el día de Navidad. El pequeño abeto continuaba muy
triste pensando que lo iban a talar. En ese momento llegaron todos los
habitantes de la aldea con muchísimos adornos para decorar a él y a sus
hermanos.
De esta manera, el pequeño abeto dejó de estar triste y pasó
a ser muy feliz porque ni él ni sus hermanos iban a ser talados.
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