Amanecía
aquella mañana de otoño. Los árboles cansados de su color verde
mutaban a un color castaño. Sus hojas caían formando un puzzle
interminable. Mis ojos se centraron especialmente en uno de ellos. No
llevaba mucho tiempo en aquel pueblo pero aquel árbol me resultaba
algo particular. Decidí ir a visitar al cura del pueblo .Mejor que
nadie podía resolver mis dudas, ya que él había vivido siempre en
el pueblo. Al llegar me atendió con mucho cariño como si me
conociera de toda la vida, aunque hacía dos meses que había venido
desde la gran ciudad a este pequeño pueblo donde había nacido mi
madre.
¿En qué puedo ayudarte pequeña? Me preguntó
con una amplia sonrisa. Le expliqué mis dudas acerca de aquel árbol
y le pregunté si podía contarme algo más de él. Me dijo que ese
árbol estaba allí antes de que él naciera. Asentí y siguió
hablando. Aquel árbol que yacía en el jardín de mi casa había
acobijado a muchas clases de pájaros, gatos, ardillas, pero lo más
importante es que le había salvado la vida a un antepasado de mi
familia. Hice un gesto de no entender nada. Al verme tan interesada,
me contó la siguiente historia: “En 1936 comenzó La Guerra Civil
Española, todas las familias estaban atemorizadas. Se decía que tu
bisabuelo y tu bisabuela tenían un cobijo bajo la morera donde, cada
vez que se oían disparos se escondían tu abuela Herminia junto a
sus dos hermanos. Tres años después, en 1939 cuando acabó la
guerra, España quedó destrozada y desconcertada a la vez. La gente
no sabía que hacer, pero en cambio tu familia salió adelante.
Tu bisabuela crió gusanos de seda los cuales se
alimentaban de las hojas de este árbol para luego venderlos a
fábricas de seda. Tu bisabuelo criaba un ganado de vacas y cabras
con las que se alimentaban. Por no hablar de la sabrosa leche que
daban. Tu abuela Herminia recogía las moras que daba la morera para
luego venderlas en el mercado. Mientras, tus dos tíos abuelos se
encargaban de podarla para con sus ramas resguardarse del frío
invierno. La gente desde entonces piensa que ese árbol fue una
salvación, una especie de segunda vida para tu familia, ya que
salieron adelante con esfuerzo y sin deudas. No sabes la bendición
que tienes de morera.” Esto fue lo que me contó el cura, se lo
agradecí con un fuerte abrazo y me dirigí a mi casa. Al llegar, vi
aquel ángel guardián de mi familia transformado en árbol. Me metí
en la cama y caí en un dulce sueño.
Ana Gascón López
Sexto curso