miércoles, 26 de noviembre de 2014

AQUELLA MORERA




Amanecía aquella mañana de otoño. Los árboles cansados de su color verde mutaban a un color castaño. Sus hojas caían formando un puzzle interminable. Mis ojos se centraron especialmente en uno de ellos. No llevaba mucho tiempo en aquel pueblo pero aquel árbol me resultaba algo particular. Decidí ir a visitar al cura del pueblo .Mejor que nadie podía resolver mis dudas, ya que él había vivido siempre en el pueblo. Al llegar me atendió con mucho cariño como si me conociera de toda la vida, aunque hacía dos meses que había venido desde la gran ciudad a este pequeño pueblo donde había nacido mi madre.

¿En qué puedo ayudarte pequeña? Me preguntó con una amplia sonrisa. Le expliqué mis dudas acerca de aquel árbol y le pregunté si podía contarme algo más de él. Me dijo que ese árbol estaba allí antes de que él naciera. Asentí y siguió hablando. Aquel árbol que yacía en el jardín de mi casa había acobijado a muchas clases de pájaros, gatos, ardillas, pero lo más importante es que le había salvado la vida a un antepasado de mi familia. Hice un gesto de no entender nada. Al verme tan interesada, me contó la siguiente historia: “En 1936 comenzó La Guerra Civil Española, todas las familias estaban atemorizadas. Se decía que tu bisabuelo y tu bisabuela tenían un cobijo bajo la morera donde, cada vez que se oían disparos se escondían tu abuela Herminia junto a sus dos hermanos. Tres años después, en 1939 cuando acabó la guerra, España quedó destrozada y desconcertada a la vez. La gente no sabía que hacer, pero en cambio tu familia salió adelante.



Tu bisabuela crió gusanos de seda los cuales se alimentaban de las hojas de este árbol para luego venderlos a fábricas de seda. Tu bisabuelo criaba un ganado de vacas y cabras con las que se alimentaban. Por no hablar de la sabrosa leche que daban. Tu abuela Herminia recogía las moras que daba la morera para luego venderlas en el mercado. Mientras, tus dos tíos abuelos se encargaban de podarla para con sus ramas resguardarse del frío invierno. La gente desde entonces piensa que ese árbol fue una salvación, una especie de segunda vida para tu familia, ya que salieron adelante con esfuerzo y sin deudas. No sabes la bendición que tienes de morera.” Esto fue lo que me contó el cura, se lo agradecí con un fuerte abrazo y me dirigí a mi casa. Al llegar, vi aquel ángel guardián de mi familia transformado en árbol. Me metí en la cama y caí en un dulce sueño.
                                                                                                                 Ana Gascón López
                                                                                                                       Sexto curso

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