Era una mañana alegre de primavera. Los pájaros
cantaban con los primeros rayos de sol. Decidí ir a pasear por el
bosque De la Verona. Por el camino me encontré muchísimos árboles,
con sus hojas verdes y brillantes. Pero en medio de todos ellos había
uno que no tenía hojas. A partir de ese momento, decidí llamarle el
árbol triste. Todos los días iba a ver a mi amigo, el árbol
triste. Pasó el tiempo, me hice mayor y me fui a vivir a otro lugar.
Cuando tuve veinte años años decidí volver a mi viejo pueblo y
visitar el bosque. Todo había cambiado. Los árboles ya no eran
todos verdes y brillantes, estaban sin hojas, excepto uno,… mi
viejo amigo el árbol triste.
Desde ese momento su nombre fue… el árbol
maravilloso.
Andrea Navarro Rodríguez
Sexto curso
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