Era una preciosa mañana de primavera, yo estaba
jugando en el patio, como de costumbre. Después de haber jugado con
la pelota me dirigí hacia mi mejor amigo, mi árbol del jardín.
A él se lo
contaba todo. Adoraba subirme a la copa y dormir acurrucada entre sus
ramas. Un día enfermó y murió.
Aquella
noche no podía dormir porque al día siguiente lo talarían. Estaba
intentando no llorar, cuando, de repente mi árbol reunió la poca
fuerza que tenía e hizo crecer una única rama que golpeó mi
ventana. Excitada por ver aquello, me dí cuenta de que me ofrecía
una semillita envuelta en sus hojas más tiernas. Cuando las abrí,
había un mensaje en su interior junto con la semillita. Aquel
mensaje decía: “Con todos mis recuerdos te lo envío.” Comprendí
que seguía vivo en aquella semilla tán diminuta, y que allí
estaban encerrados todos los recuerdos que habíamos tejido y vivido
juntos.
Julia Costa Zamora
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