miércoles, 26 de noviembre de 2014

EL ÁRBOL SALVADOR



Era una tarde fría de invierno. Todo estaba cubierto de hielo y nieve. El frio recorría todos los senderos cercanos a mi casa. Mis padres me mandaron por leña. Cogí una mochila y salí por la puerta. Empezaba a anochecer. Decidí volver a casa. Moví la cabeza para buscar el sendero por el que había venido, pero no lo encontré. Empecé a andar.
De repente me encontré en un claro. Me sorprendí. Justo en el centro había un gran árbol. Sus hojas eran verdes y amarillas. Era muy raro, ya que nos encontrábamos en pleno invierno. Pájaros y ardillas vivían entre sus ramas. Sentí una tranquilidad absoluta cerca de él. La luna y las estrellas empezaban a verse sobre el firmamento. Me desesperaba por volver a casa. En aquel momento sentí como si el árbol me hubiese leído el pensamiento. Una racha de viento hizo que una de sus ramas se moviera, como si me quisiera indicar un lugar determinado. Algo en mi interior me dijo que fuera por esa dirección. Por fin hallé el sendero de vuelta a casa. Al día siguiente intenté buscar aquel árbol que me había salvado la vida. Pero nunca lo encontré.
                                                 Lola Hernández Cañizares
                                            Sexto curso

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